For those of us who have seen more than one Darren Aronofsky film, it was clear that we would end up immersed in the drama of Charlie, the main character in this story based on the play of the same name by Samuel D. Hunter and brilliantly starred by Brendan Fraser.
Together with Charlie and having his apartment as the only setting, we find other characters who reveal their own dramas to us, helping us to complete the story. But beyond the visual quality, outstanding performances, camera movements, impeccable script and photography, this story touches on issues such as morbid obesity and its consequences; Charlie uses food as a palliative for a duel that he cannot overcome and leads him to eat compulsively, as if this were a way to die slowly.
The Whale, invites us to reflect on how we see ourselves and judge the physical appearance of others in these times when the image is exacerbated in all areas. Charlie is aware of the rejection that his appearance produces, that’s why he hides, asking if he’s disgusting as if he’s looking for reaffirmation of what he thinks or perhaps wanting to discover that he’s wrong. However, the tape shows us that his fears are real, it seems that nobody cares to see him beyond what his body looks like, except her best friend. Nobody pays attention to his intelligence, to the suffering in which he lives due to a loss that he does not overcome, the underlying theme of his homosexuality and how religious beliefs have shaped his perception to judge his own sexual option. All this, in the end, is the cause of his loss and is the great axis of the film, the great plop point of the protagonist’s drama; Aronofsky shows us sincere and real characters, they are not “good” or “bad”, just humans with whom we empathize.
In the story, Charlie repeats a fragment that refers to the book Moby Dick with which he essentially summarizes the play, which despite not having a happy ending for Charlie, connects him to another level of salvation and redemption, a dramatic but hopeful ending.
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Para los que hemos visto más de una película de Darren Aronofsky era claro que terminaríamos sumergidos en el drama de Charlie, el personaje principal de esta historia basada en la obra de teatro homónima de Samuel D. Hunter y protagonizada de forma brillante por Brendan Fraser.
Junto con Charlie y teniendo como único escenario su apartamento, nos encontramos a otros personajes que nos develan sus propios dramas ayudándonos a completar la historia. Pero más allá de la calidad visual, actuaciones sobresalientes, movimientos de cámara, guión y fotografía impecable, esta historia toca temas como la obesidad mórbida y sus consecuencias; Charlie usa la comida como paliativo a un duelo que no logra superar y lo lleva a comer de forma compulsiva, como si esto fuera una forma de morir lentamente.
La Ballena, nos invita a reflexionar sobre cómo nos vemos y juzgamos el aspecto físico de los demás en estos tiempos en los que se exacerba la imagen en todos los ámbitos. Charlie es consciente del rechazo que produce su aspecto, por eso se oculta, pregunta si da asco como buscando reafirmación de lo que piensa o quizás deseando descubrir que esta equivocado. Sin embargo la cinta nos muestra que sus temores son reales, pareciera que a nadie le importara verlo más allá de como se ve su cuerpo exceptuando a su mejor amiga. Nadie repara en su inteligencia, en el sufrimiento en el que vive por una pérdida que no supera, el tema subyacente de su homosexualidad y cómo las creencias religiosas han modelado su percepción para juzgar su propia opción sexual. Todo esto, finalmente, es la causa de su pérdida y es el gran eje de la película, el gran plop point del drama del protagonista; Aronofsky nos muestra personajes sinceros y reales, no son “buenos” ni “malos”, solo humanos con los que empatizamos.
En la historia, Charlie repite un fragmento que hace referencia al libro Moby Dick con la cual nos resume en esencia la obra, que a pesar de no tener un final feliz para Charlie, lo conecta a otro nivel de salvación y redención, un final dramático pero esperanzador.
